Derrumbe - Ricardo Menéndez Salmón
Derrumbe
Ricardo
Menéndez Salmón
Seix Barral – Barcelona
- 2008
“El mal encuentra justificación en su
existencia”
Se equivocaba Jorge
Volpi cuando en su reciente ensayo Mentiras contagiosas certificaba la muerte de la novela. Y si
existía alguna duda, les recomiendo la lectura de la última obra narrativa,
novela, o nouvelle, que dirían los
franceses, Derrumbe, del escritor Ricardo Menéndez Salmón.
El corpus de Derrumbe
está conformado por la supuesta justificación
inconsciente del terror más abyecto y absoluto, personificado en un
psicópata que acostumbra a dejar una tarjera de visita en forma de zapato de su
anterior víctima cada vez que comete un asesinato. Sólo uno. “Estamos hablando del Mal con mayúsculas”
reflexiona en la pag. 34 el policía Manila, uno de los cinco encargados de
averiguar quien o que se oculta tras la depravada actuación del psicópata. Por
otra parte, la mujer de Manila, Mara, embarazada de seis meses, entrará en
contacto con el asesino, Mortenblau, de una forma no casual, premeditada,
conformando así un telúrico triangulo de insoportable hedor. Manila perderá el
mismo día a su mujer y a su hijo nonato. La primera aparecerá sin vida, y el
segundo.........
Pero ese horror
metafísico y caótico que observamos en la primera parte de Derrumbe, precisamente la
subtitulada Mortenblau, se contrapone
en cierta medida con la segunda, El mundo
bajo la caperuza del loco, mucho mas pausada. Estos subtítulos, junto al
tercero, Padres sin hijos, resultan a
mi juicio más acertados que el propio de la novela. Y si en la primera parte se
vuelca el autor en darnos las pautas de comportamiento animal del asesino, en
la segunda, tres chicos inteligentes, adolescentes aún, que recuerdan un poco,
solo un poco, a los protagonistas de La
naranja mecánica de Stanley Kubrick, pretenden jugar a ser dioses y
demonios a la par, a quitar y poner vidas, introduciendo agujas en las botellas
de leche de Promenadia. (El nombre de la ciudad donde se desarrollan los
acontecimientos. Algún día habrá que hablar sobre la elección de los nombres de
los protagonistas y de los escenarios escogidos por Menéndez Salmón). De la
locura personificada en el psicópata Mortenblau pasamos a la estupidez humana
de Los Arrancadores, que es como se hace
llamar la curiosa célula asesina responsable de introducir dichas agujas en las
botellas de leche con un objetivo tan
viejo como el mundo: aterrorizar. Una célula que pretende hacer de la
violencia su aleph, que provocará una
tremenda explosión poniendo fin a sus días en un espectáculo pirotécnico
cercano al de los Parques Temáticos. El terror una vez más en estado puro.
Estas dos partes se contraponen con la tercera, Padres sin hijos, en la que se retoma el inicio de la novela junto
a la historia paralela de una de las novias de Los Arrancadores, Vera. Estamos pues ante varios hechos
diferentes, separados entre si por una fina
línea pero comunicados como en el
principio de los vasos comunicantes. El final resulta aún mas sorprendente
si cabe, y viene a encerrar y resaltar la absoluta e inconsciente admiración de
todos y cada uno de los personajes de Derrumbe por el Mal en estado puro como contrapunto al Bien. El ying no es nada
sin el yang, lo blanco sin lo negro, la oscuridad sin la luz.... Porque “El mal encuentra justificación en su
existencia” (pag. 163), el autor cierra el círculo iniciado en la primera
pagina y desencadena el más aristotélico de los finales, manejando como pocos escritores
en este país el lenguaje, las palabras, los adjetivos y como dicen algunos, los
silencios.
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