El loco de las muñecas - Empar Fernández






El loco de las muñecas
Empar Fernández
Alianza 2008

Finalista IX Premio de Novela Fernando Quiñones


La novela que hoy traemos a colación, El loco de las muñecas, firmada por la escritora catalana Empar Fernández, cumple todos los requisitos que me impongo para afrontar la lectura de una obra “perdedora”. Finalista del IX Premio de Novela Fernando Quiñones, El loco de las muñecas parte de un hecho real acaecido en Cataluña en la primavera de 1999, cuando dos hombres aparecieron muertos por asfixia tras un incendio en una barraca de la ladera de Montjuïc. Uno de ellos, supuestamente heroinómano, aún se encontraba abrazado a una decena de muñecas, como protegiéndolas. Eran su tesoro. Esta noticia aparentemente intrascendente por el espacio que ocupaba en los Diarios, fue el punto de partida de una hermosa novela coral de amor y deseo oculto, de frustraciones y malentendidos, El loco de las muñecas, en la que el fallecido es en este caso un anciano indigente. Las voces de varias de las personas que le conocieron, incluida su propia viuda, reconstruyen desde diferentes puntos de vista pero con un nexo común, como si de cajas chinas se trataran, el dramático rompecabezas de la vida de Horacio Ruano, el por qué desapareció años atrás dándosele por muerto y el por qué de una tragedia que posiblemente podía haberse evitado. Y es que todas las voces tienen algo que ocultar. A su manera, El loco de las muñecas es la historia de una impostura. O de varias, según y como se interpreten. Porque no es menos impostor Horacio Ruano en su tragedia iniciada muchos años atrás que Gloria Prats, su “viuda”, en su soledad. No es menos impostor el inspector Tomas Ortega en su frustración y amargura que la criada Gladys Orellana. Y capítulo a capítulo los testimonios de las voces se suceden: la de Ana Ruano, su hija, quien después de tantos años sigue sin “entender” qué le paso a su padre, la de Vanesa Suárez, hermana del compañero de chabola de Horacio, la de Antonio Moure, el hombre que todos los días le daba de desayunar, o la de la sumisa criada de Gloria, Gladys. Cabría aquí hacer un inciso y decir que aunque todas las “voces” son necesarias para entender las verdaderas razones del autoexilio de Horacio Ruano, algunas lo son más que otras. Es decir, como lector, uno tiene la impresión que algunas sobran, o al menos, que poco aportan al relato de los hechos. Me estoy refiriendo, como no, a la de la inmigrante criada de la mujer del fallecido, de la viuda, a Gladys Orellana. Otras faltan, ya que aunque tampoco se entienden suficientemente al principio los verdaderos motivos del por qué años atrás Horacio Ruano decidió escapar de su vida, huir, lentamente se van intuyendo entre líneas hasta llegar al desenlace final, al conocimiento de una tragedia oculta durante años, que hizo que un hombre sencillo e inteligente decidiera morirse de pena y de amor, recluyéndose en una vieja casucha tan sólo acompañado por una colección de muñecas que respondían todas al nombre de Beatriz. Un misterio más que no vamos a desvelar. Horacio Ruano fue una victima de su tiempo, de una infancia de posguerra, miseria y dolor. El circulo se cierra a su alrededor, y a medida que avanzamos en la lectura de la novela nos adentramos en su infancia, en su juventud, descubrimos el trágico fallecimiento de su hermana, la prematura muerte de su madre, el suicidio de su padre, maestro republicano, el karma que tiene que pagar.... Y con todos esos ingredientes, Empar Fernández construye en El loco de las muñecas una novela de “voces”, algo cuando menos diferente dentro del panorama literario español. Ni de argumento ni de personajes. Eso hace que nos encontremos ante una historia interesante en sus comienzos, que avanza y nos engancha lentamente porque la autora ha sabido encontrar el giro necesario. Todos hemos tenido un mendigo en nuestras vidas, parecido decirnos entre bambalinas. Todos, imagino, hemos conocido en nuestra infancia eso que nuestros padres llamaban un “pobre”, alguien que acudía a nuestras casas puntualmente el mismo día de la semana a pedir limosna o un cajón de comida. El loco de las muñecas, la historia de Horacio Ruano,  podría ser la de cualquiera de ellos. Eso la hace si cabe más verosímil. Al menos así la he querido ver yo. Y así he querido recordar a aquellos que conocí.



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