Mercedes Castro - Y punto





Mercedes Castro
Y punto
Alfaguara – 2008 – 628 páginas


Lo primero que sorprende cuando uno se enfrenta a la lectura de Y punto, la mastodóntica novela (mas de 600 paginas) de la escritora gallega Mercedes Castro, es la diatriba con la que se nos presenta uno de esos personajes que causan calado en el lector. Aunque es fácil en un principio mostrar rechazo por la protagonista principal, por su forma de hablar y pensar, barriobajera a menudo, dicho rechazo paulatinamente va desapareciendo a medida que detectamos que se trata de una forma de autoprotección. Clara Deza, inspectora de policía, es un personaje contradictorio, humano y combativo, que no soporta (a veces) a su marido, un abogado de familia noble excesivamente comprensivo y empalagoso, casi nunca a su suegra, que se levanta de mal humor por las mañanas y se mete en atascos de tráfico “escupiendo tacos por las ventanillas”, que flaquea cuando no la ven, come pan con Nocilla  y se muestra dura ante la adversidad estando en presencia de sus colegas de profesión, cuando “al acceder a la sala del Grupo se sorprende al ver en pleno a sus compañeros ya reunidos, y mientras cruza el repentino muro de silencio que su llegada ha provocado para alcanzar su sitito....”. Ni más ni menos, que como nosotros mismos en nuestro día a día. Y una vez que se nos ha presentado la protagonista principal de la novela, viene la trama, que en este caso está totalmente supeditado a ella. Clara Deza es como ya hemos dicho, una mujer policía de “armas tomar”, que en el momento más vulnerable de su carrera se va a encontrar con el asesinato de su más preciado confidente, quien además estaba a punto de destapar el próximo envío de un alijo de drogas. Una muerte que la salpicará indirectamente a través de una llamada telefónica que el Culebra, así se llama el chivato, realiza a su casa instantes antes de su muerte. Clara Deza trasmite esa vulnerable ternura durante toda la novela a los diferentes personajes de la misma: a su marido, como no, aunque éste se muestre esquivo, a su ex-marido, Carlos París, como ella inspector de policía, que casualmente reaparecerá en su vida a la par que los hechos relatados, y al propio Culebra, un tierno desgraciado más de la sociedad. Todos ellos junto a los actores secundarios conforman su particular ecosistema. Todos son partícipes de su pasado, presente y futuro. Incluso el desagradable Carahuevo, su jefe inmediato, quien da muestras suficientes a lo largo de la novela de no confiar en ella o al menos de no respetarla, ni como mujer, ni como policía. Por eso importa que se nos muestre como actúa entre bastidores, y ver, leer y sospechar las envidias y corruptelas que se nos presentan dentro del Cuerpo de Policía, que no son más que reflejo del paisaje exterior. Pero nada es comparado, repito, con el perfil, un tanto romántico, de Clara Deza. Estamos pues ante una novela de personaje, más que argumental, por cuanto en la protagonista pesan, y mucho, sus propios pensamientos, su vida interior, su pasado con un divorcio a cuestas, su deseo por vivir y sobrevivir en un mundo que ella considera hostil hacia su persona y hacia las de su género. Clara Deza se mueve en un terreno de juego de hombres y para hombres, mimetizándose con el mismo ya que como ella misma reconoce, “Estaba cansada de leer novelas en las que las detectives norteamericanas, con sus medias de seda, corrían tras los malhechores encaramadas en altísimos tacones”. Y punto no es pues una novela negra al uso, entre otras cosas porque tiene arranques de novela experimental al más puro estilo Quenau, como ese capítulo en el casi todas las palabras acaban en “l”. Habría que decir que tiene un exceso de diálogos que la engorda artificialmente, innecesarios para su desarrollo. Y es que probablemente con una relectura y su consiguiente poda hubiese ganado lo suficiente como para no tirar para atrás al sufrido lector próvido en ganas de leer una buena novela y escaso de tiempo para el mismo. Vaya en descargo de la autora que estamos ante una más que aceptable joven promesa, ante una carrera que conviene seguir muy de cerca. Vaya en su contra, que como tarde otros nueve años en entregarnos una novela es posible que no sólo se olviden de ella los lectores, también las Editoriales. Mercedes Castro es heredera de los grandes del género, pero también de la música como se encargará de recordarnos en sus dedicatorias finales. Clara Deza es pues, un acertado estereotipo de la llamada novela urbana.


Luis García

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