Joaquín
Carbonell
Pongamos que hablo de
Joaquín
Ediciones B -
2011
Es
posible que muchos de cuantos hoy en día se declaran devotos seguidores de Don Joaquín
Sabina, de su música y sus letras, nunca hayan oído hablar de La Mandrágora.
¿Qué es eso? se preguntarán estupefactos. Es posible que cuando les cuentas que
Don Joaquín comenzó contando en un Pub madrileño de ese nombre por cuatro
perras junto a Javier Krahe y Alberto Pérez, y que encima llegaron a grabar un
disco (dicen las malas lenguas que el
trovadore reniega del mismo, aunque eso seguro que debe ser envidia) saldrán
a buscarlo como alma que les lleva el diablo, o a descargárselo de Internet, si
es que se lo permite la ministra de cultura y sus acólitos. Pongamos
que hablo de Joaquín es uno de esos libros de memorias escritos por un
tercero, imprescindibles para no olvidar lo que fuimos, lo que somos y
posiblemente lo que seremos en un futuro no muy lejano. Se subtitula una
mirada personal sobre Joaquín Sabina. Discrepo. Es una mirada personal solo
de sus amigos, faltarían los comentarios que los hay, de quienes los sufrieron
en carne propia, no como enemigos, pero si de quienes admirándolo, descubrieron
un buen día que era demasiado humano para tratarlo como poeta. Con todo, yo me
quedo con sus canciones, nunca con Sabina.
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