Entrevista a Joaquín Leguina Por Luis García Fernández
Entrevista a Joaquín Leguina
Por
Luis García Fernández
Introducción.- Pocos podían
sospechar cuando hace años Joaquín Leguina publicó su primer libro de relatos, Historias
de la calle Cádiz, que había nacido para la literatura un escritor que
eventualmente ejercía de político. La historia, sobretodo en esa franja que
ocupa por derecho propio los años treinta, ha sido generosa con dicha estirpe,
si por tal concepto queremos definirla. Baste para ello hablar de los Azaña,
Unamuno o Azorín. Pero, salvedad expresa del primer caso, siempre estaríamos
hablando de intelectuales que circunstancialmente se asomaban al patio político
en unos tiempos en los que sin duda se les necesitaba. Por eso, resulta
especialmente significativo el caso de Joaquin Leguina. Por eso, y por más
cosas que intentaremos ir desgranando poco a poco. Pero vaya por delante mi
reconocimiento público ante dos actitudes de ver la vida aparentemente
contrarias, pero, a veces, afortunadamente convergentes. Y digo afortunadamente,
porque guste o no, el Joaquín Leguina escritor nunca podría haber escrito El
corazón del viento de no haber existido previamente el Joaquín Leguina
político.
El Péndulo.- ¿Qué siente un político como usted, anterior
Presidente de la Comunidad de Madrid, metido a novelista y escritor de
relatos?.
Joaquín Leguina.- Bueno, tampoco soy el
primero, ni me imagino que seré el último. Ha habido muchos políticos dedicados
en algún momento de sus vidas a la literatura, incluso con algún éxito. Alguno
de ello llegó a ganar el Premio Nobel.
E.P.- Bueno, pero Churchil fue un poco el
pago a unos servicios...
J.L.- Tampoco
me estaba refiriendo a Churchil, sino a Echegaray. Pero ya que lo mencionas,
tampoco estoy de acuerdo contigo, Léete los Diarios de la Guerra.
La obra es excelente. Otra cosa es que él no se dedicara a la literatura
propiamente dicha. Hay una tradición de políticos antiguos que fueron
magníficos escritores.
E.P.- El
mismo Azaña, sin ir mas lejos, aunque mantenga el estigma de ser un poco el
responsable del fracaso de La II República, ya que hay quien mantiene que fue
precisamente su carácter de intelectual comprometido lo que derivaría en el
Golpe de Franco.
J.L.- Hombre,
tampoco es así. El tener a uno, dos o mas intelectuales en el Gobierno debe de
ser motivo de orgullo. Lo que pasa que a Azaña le tocó la época de los
totalitarismos, le tocó lidiar desde la izquierda con un anarquismo potentísimo
aquí en España y con un ejercito anclado en la Guerra de África, sin
modernizar. No creo que Azaña cometiera mas errores que Largo caballero por
poner un ejemplo.
E.P.- Afirmaba
Borges, que toda novela de más de 150 páginas es autobiográfica. Aplicando
dicho razonamiento a El corazón del viento, y una vez que se ha
leído con detenimiento, no cabe duda de que la suya lo es. Máxime a poco que
nos detengamos en el papel que desarrolla Cesar, su protagonista. ¿En o no
autobiográfica?.
J.L. No
tampoco es exactamente así. Efectivamente, el ambiente en el que se desarrolla
la novela si que es mío. Más el de Chile que el caos que se vivía en España. La
fase chilena sí que es autobiográfica, aunque con reservas. No lo es la
peripecia personal de Cesar, ni el resto de los protagonistas de la novela.
E.P. No
pude evitar mientras la leía el revivir con nostalgia (a pesar de mi edad)
los trágicos y convulsos años del fin de
la Dictadura. Y cuando hablo de revivirlos, no quiero decir que los haya
vivido, sino del efecto catártico que de los mismos ejercieron en nosotros. ¿No
resulta la novela una liberación de Joaquín Leguina, como si tuviera que echar
ciertos fantasmas que aún hoy en día viven en su interior?.
J.L. Yo
lo que quería era recuperar esa etapa pero sin batallitas, y sobretodo sin idealidades. Yo creo que la
gente de mi generación cuando cuenta su juventud, lo hace con un sentido muy
poco realista, y excesivamente idealizado. Y eso no me parece que sea una forma
de recuperar una etapa tan trascendental. Eso es lo que intenté hacer con la
novela, a partir de unos personajes de ficción que viven en un ambiente
determinado y muy realista. La novela es desde ese punto de vista costumbrista
si se quiere,.
E.P.- En
literatura ocurre una cosa muy curiosa, al igual que por ejemplo en el cine. Y
es que cuando aparece una novela como la suya, con un tema determinado de
fondo, aparece a la vez otra de otro autor que de alguna forma trata los mismos
temas. En su caso coincidió con la de Cebrián, La ternura del dragón...
J.L.- Fue
a la vez que la de Cebrian y a la vez que la de Crirbes, aunque en ámbos
casos con matices. La de Cebrián se desarrolla en una época posterior a la mía,
y la de Chirbes es el último día de la vida de Franco, aunque claro, hay
constantes saltos hacia atrás. Pero las tres novelas muy diferentes.
E.P. Hay
un pasaje recurrente en El corazón del viento, y es la constante
referencia a modo de homenaje, a la novela Campo de almendros de
Max Aub. ¿Qué le debe Joaquín Leguina y todos los de su generación a Max Aub?.
J.L. Es de la saga de Galdós y me parece uno de los mejores escritores de su generación, aunque haya sido de los que menos han escrito. El laberinto mágico es una de las grandes novelas castellanas de este siglo. Es un homenaje, al igual que hay homenajes a Baroja. Mi personaje se llama igual que el protagonista de Cesar o nada... Hay constantes guiños al lector.
E.P. Usted
estuvo directamente involucrado en los trágicos acontecimientos del Chile de
1973, algo que no todos saben. ¿Qué siente cuando visiona una y otra vez por la
televisión aquel Palacio de la Moneda en llamas?.
J.L. Directamente
estuvimos todos, incluso las piedras. Lo jodido no es verlo en una
película, es verlo en directo. Yo no estaba en El Palacio de la Moneda. Yo era
militante de base del Partido Socialista, pero sí que tenía una historia con
uno de los ayudantes de Allende, concretamente con Juan Garcés, alguien que se
hizo famoso últimamente por llevar el peso del asunto londinense de Pinochet. Y
este hombre, que sí que estaba en el Palacio, salió y vino a mi casa.
E.P. Su
historia de aquella época resulta tan atractiva para tanta gente que daría para
un libro de memorias. ¿No se lo ha planteado?.
J.L.- Un
libro de memorias tiene otro abordaje.
E.P.- Pero
también un libro de memorias se puede disfrazar como un diario, como por ejemplo
la novela Días y noches de Trapiello...
J.L.- Pero
eso es otro estilo. Lo que hace Trapiello es otra cosa... Pero lo cierto es que
no me encuentro sicológicamente preparado para escribir un libro de memorias.
Puedo contar una historia de personal, pero no pudo huir de ellas. En la novela
no. Hay algunos detalles que son personales, pero en general la historia es
ficticia.
E.P.- ¿Qué
fue primero, el político o el escritor?.
J.L.- El
escritor, por supuesto, aunque yo he estado en política desde los dieciocho
años.
E,P.-
En
una entrevista hace años abogabas por la eliminación de las fronteras y
anuncias quizás de una forma apocalíptica esta emigración del sur hacia el
norte, de la pobreza a la "riqueza". Hablabas entones, y mantenías
que teníamos que empezar a acostumbrarnos a vivir en una Europa multirracial y
multicultural. ¿Cómo ve desde esa
perspectiva la Europa del III Milenio?.
J.L.- Mal,
muy mal. Bueno, yo en realidad me he dedicado durante bastantes años a una
disciplina, la demografía, acostumbrada a realizar análisis a largo plazo. Y
esto que está pasando era bastante previsible. Recuerdo un viaje a Ghana, a
Centro África, en el que fui a un Congreso que nunca existió. Dado que como ya
estaba allí, me quedé una semana. Conocí a gente, la Embajada me facilitó un guía,
y cuando volví a España en avión, vía Roma,
venía con el que durante mi estancia en aquel país había hecho las veces
de guía. Y yo le decía,
-¿Y a que vienes tú a Europa?.
-A lo que sea, me contestó.
-Pero, conocerás a alguien en Roma, le pregunté.
-A nadie.
-¿Llevas
dinero?
-Cien
dólares.
Y
era un hombre estudiado, con una cultura. Pero ya entonces se comenzaba a ver,
de ahí esta anécdota No era la emigración que habíamos vivido los españoles en
los años sesenta y setenta hacia Europa,
donde había primero una distancia menor, unos enlaces familiares o de
amistad. No. Esta gente no tenía nada de eso. Ahora comienzan a tener esas
condiciones los nuevos emigrantes. La demografía es un poco como decía un
clásico una ciencia que puede destruir un
edificio como las terminas. Trabajamos a muy largo plazo frente a los
economicistas.
E.P. ¿Qué
tal la versión cinematográfica de tu anterior novela?. ¿Cómo resultó?.
J.L. Bueno,
yo tengo una experiencia ambigua en torno a ese tema. Por una lado la
convicción de que la película no es mía. Es del Director, en este caso
Directora, del guionista, de los actores...
Además es muy difícil que una novela quepa en una película. Pero vista
la primera vez, te llevas el disgusto inicial, y a medida que la ves más veces,
te das cuenta que tampoco está tan mal llevada. Fue la última `película que
dirigió Pilar Miró, y algunos de los personajes están construidos con mucha
fidelidad de fondo a la novela. Incluso algunos hasta físicamente me los podía
imaginar así. Pilar trabajó mucho en la novela, le gustaba mucho, pero tuvo
mala suerte la película porque coincidió en el mercado con otra suya de enorme
éxito, con El perro del hortelano. Porque el riesgo que corrió
llevando una obra de teatro en verso, al cine, fue tremendo. De hecho, pocos,
incluido yo, creían en el éxito de ello.
E.P. Por
último, ¿qué estás escribiendo ahora?.
J.L. Bueno, estoy terminando una colección de
relatos, un género que dicen no tiene mucho mercado, pero me da igual. Es un
género que me permite más versatilidad. Una novela no te permite cambiar el
estilo, y sin embargo en una colección de cuentos puedes tener tantos estilos
como relatos. Diferentes abordajes, etc.
E.P. ¿Cómo
se va a titular?.
J.L. Bueno,
en principio el título va a ser Cuernos, porque los cuentos giran
en torno a infidelidades no necesariamente sentimentales.
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