Los haikus del tren
Publica El Gaviero Los haikus del tren libro en el que
el haikú, como todo poema, nace en la piel, pero crece tras ella: en la razón y
la sinrazón, en la sintaxis y la subversión de la sintaxis. Por otra parte, el
tren constituye una magnífica metáfora de un principio de la doctrina budista
que informa muchos haikús: el mundo cambiante, la constante transformación de
todo: «Nada está quieto / ni siquiera un momento. / Mirad los árboles»,
escribió Seiju. Ciertamente, tanto el interior del ferrocarril –los viajeros,
inmóviles en el centro del movimiento– como su exterior –el paisaje ensartado
por las estaciones del recorrido– cambiaban sin cesar: el cielo acumulaba
láminas de glicerina u oquedades añiles; el boscaje era más esquemático o más
amarillo; un apeadero recién pintado aparecía tras una curva como una margarita
mojada y enorme; una casa en construcción, junto a la vía, lucía el penacho
creciente de la chimenea; un grupo de escolares llenaba el aire de caos y de
risas. Sin embargo, pese al heraclitiano principio budista, nada abandonaba su
ser, esa continuidad difusa que nos permite reconocerlo como tal –y
reconocernos, en el acto de la percepción, a nosotros mismos–, y eso da alguna
certidumbre, un suelo en el que asentar las palabras. Mas información elgaviero@elgaviero.com
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